L'altre blog de l'Arare

domingo, diciembre 31, 2006

EL BURGO RANERO - LEÓN

Foto: El Burgo ranero. A mi se me antoja como un paisaje de Van Gogh...

15-04-01
El Burgo Ranero-León
(casi 40 km, ¡en coche!)

Javi (A4) había merendado-cenado con nosotros el día 14, sin decir ni pío. El hombre venía a vernos y pretendía tomarse un café con nosotros. Le sugerí aue cenáramos juntos y se apuntó. No tenía hambre, pobrecito mío, y es que no me extraña. Él suele cenar, según me enteré después, a las mil (léase sobre la 1 de la madrugada) así que se le agradeció el sacrificio de esa doble cena que se tragó en atención a los pobres peregrinos ;)...

Al día siguiente nos fue a buscar en el Audi4 que se salta los semáforos (oh! no, perdón: es que en León, los semáforos adquieren un tono rojo-verdoso que vuelve daltónico a cualquier conductor) pffffffffff :)))
Nos fue a buscar, digo, con su eterna sonrisa de niño malo y nos dejó casi al lado de la catedral. Quedamos en que por la tarde, en cuanto él acabara el trabajo, nos llamaría para tomar un café y para devolvernos al Burgo ranero.

La catedral de León, estilizada, repleta de público en esa mañana de Pascua de Resurrección, nos recibió con sus bellas vidrieras que invitan a la contemplación - sin gente- y a que algún Óscar cualquiera se instale en el órgano para deleitar a las almas viajeras, a golpe de Bach, por ejemplo. Pero no estaba Óscar. Y la gente hablaba y la gente que oía la Misa lo hacía sin esa devoción que parece que debería desprenderse de la gente creyente, que va a misa para recogerse y pensar en ese Dios que les mantiene en pie en sus vidas cotidianas. Pero no. La gente, endomingados unos, con pinta de progres sacados de los años 70 los otros, algunos con sus bermudas y sus cámaras fotográficas al hombro ellos y con sus pantaloncitos cortos, piernas blanquísimo-inmaculadas y rebequita de punto para disimular ellas, practicaban turismo verbenero dentro de la sagrada nave. Ahí me apetecía ver aparecer a ese Jesús de mis ensueños, látigo en mano, para echarlos a todos, incluida yo misma, que me embobaba en la contemplación - una vez más- de lo que de artístico tiene el recinto, importándome un bledo lo que se cocía desde un altar lleno de curas con sus impecables vestiduras pretendidamente sagradas, que parecían sacados de una revista "sacred-fashion", así les lucían los bodys. Con todos mis respetos.

Entre toda la fauna, había un hombre con una túnica blanca y lila que llamó mi atención. Como que fui sorprendida y atrapada por su mirada, con la mejor de mis sonrisas disimuladoras del pitorreo que llevaba dentro, le pregunté amablemente: - Por favor, puede informarme si la Procesión es después de la Misa o si ya la han hecho antes?- El hombre pareció complacido ante mi interés y me dijo que no, que empezaría después de la misa y que él iba a salir en ella. -Muchísimas gracias, es usted muy amable- dije. Y le vi tan convencido que mi pitorreo se tornó en un profundo respeto.

Subida en un banco, ya fuera de la catedral, me dispuse a ver como salía la procesión de Resurrección y con un pasmo absoluto, veo un grupo de lo que en mi pueblo se laman "Manolas" (mujeres vestidas con sus mejores galas pantojeras y con peinteas y mantillas blancas, con unos libros en la mano, parecidos a los "Misalitos Regina" de mi infancia, algunas con rosarios preciosos, con unos tacones de aguja que impresionaban y que me hicieron acordarme de mis pies, metidos en las zapatillas de deporte, con sus puntitos erótico-morados). No hice comentarios, pero por dentro me regocijaba de ver el espectáculo. Los que llevaban los pasos (bonitos por su decadencia) iban más contentos que unas Pascuas - ya les vale, es Domingo de Pascua- y entendí que las Manolas probablemente estaban orgullosísimas de pertenecer a una élite que las "dejaba" asistir con esas galas. Más tarde, Javi me confirmaría que así es. Que sólo pueden salir en la procesión hijas de buena familia, hijas de personajes importantes.

Una vez más me resultó curiosa la combinación "religión-poder-economía-cutrez". Pero siempre, lo juro, con el mayor de los respetos. En realidad, me quedé extasiada - a mi pesar- ante lo que tenía de ceremonia, ante lo que había de devoción popular, turismo aparte. Como que no teníamos nada más que hacer, seguimos el cortejo dando vueltas por las calles cercanas a la catedral. No voy a ocultar que varias veces me quedé mirando a los engalanados soldaditos con sus gorros (que no sé como se llaman) que me recordaron unos gorritos de papel que les puse a mis parvulitos una vez en un disfraz de Carnaval, adornados con plumas (en mis parvulitos las plumas no eran nada más que papel pinocho blanco, recortado a golpe de tijera por deditos inexpertos e infantiles). Mis soldaditos, además, obsequiaban a los boquiabiertos papás, abuelitos y demás parentela con una versión parvulítica del "Soldado de Nápoles", es decir, desfilaron al son de esa cancioncilla zarzuelera. No así los soldados procesionales (no creo que esa palabra exista, pero voy a actuar como Juan Ramón cuando inventaba palabras... o no era él?). Esos estaban buenos, nada más, pero no bailaban (qué pena).Sólo marcaban el paso a ritmo de un Himno a la Alegría interpretado por bandas-de-colegio, algunos incluso con gaita. Lo pasé genial e incluso hablé con Dios: “cómo te lo montas, tío, me encanta!... ¿por qué no me quieres a mí, eh?”

Lo pasé bien. Hacía un calor de demonios y cada vez que miraba a un soldadito me daba mucha penita, por lo que tenía que aguantar (nosotros íbamos tan ricamente con la ropa de abrigo en la mano y luciendo brazos a través de camisetas semi-veraniegas. Ellos, sudaban la gota gorda). Pero estaban tan satisfechos que la pena se transformaba en una admiración de "Mi querida España, esa españa nuestra,esa España..." Lo pasé bien, lo juro.

Y mis pensamientos negativos acerca de si mi pretendida alergia era psicosomática se trocaron en pensamientos festivos, en una ciudad preciosa que había olvidado por completo.

15 d’abril de 2001

El Burgo Ranero- León.

Aquí se’ns ha acabat, altra vegada, el caminar. Els gairebé quaranta quilòmetres, des de El Burgo Ranero fins a León els fem en cotxe. Tenim un amic a León. Un amic que vaig conèixer jo xatejant per la xarxa. El dia 14, quan descobrim que hem de deixar-ho allà perquè els meus peus no suportaran continuar caminant, el truquem. En Javi s’afegeix al nostre berenar - sopar sense dir ni piu. Venia a veure’ns i només es volia prendre un cafè amb nosaltres, però quan ha vist que nosaltres sopàvem, molt d’hora, com sempre, no diu res, s’asseu i menja amb nosaltres . Uns dies més tard sabrem que ell sopa a les dotze o a la una de la matinada i que allò, per ell, només havia estat un berenar. Això si: un berenar força complet!. En Javi es porta molt bé amb nosaltres. El dia 15 ens ve a buscar i ens duu fins a León. Quedem que a la tarda, quan ell acabi la seva feina – ell és forner i els dies de festa també ha de treballar. Només s’ha escapat per anar-nos a buscar i portar-nos fins a la ciutat - ens trucarà i ens tornarà a El Burgo Ranero, on – com que ja hem dormit una nit a l’alberg i, a no ser que estiguis malalt, no pots fer més d’una nit en cap alberg - decidim dormir en un hostal que hi ha just al davant.

La catedral de León, estilitzada, ben plena de públic en aquest matí de Pasqua de Resurrecció, ens rep amb els seus bells vitralls que inviten a la contemplació i a que algun “Óscar” s’instal·li a l’orgue per delectar les ànimes viatgeres, a cop de Bach, per exemple. Però l’Óscar no hi és. I la gent parla i la gent que és a missa ho fa sense aquella devoció que sembla que s’hauria de desprendre de la gent creient, que va a missa per recollir-se i pensar en aquest Déu que els manté dempeus a les seves vides quotidianes. Però no. La gent, endiumenjats els uns, amb aspecte de progres trets dels anys setanta els altres, alguns amb les seves bermudes i les seves cameres fotogràfiques a l’espatlla ells i amb els seus pantalonets curts, cames blanquíssimes immaculades i rebequeta de punt per dissimular elles, practiquen turisme de revetlla dintre la nau sagrada. Aquí em vindria de gust veure aparèixer aquest Jesús dels meus somnis, fuet en mà, per fotre’ls fora tots, inclosa jo mateixa, que m’embadaleixo en la contemplació – una vegada més- d’allò que té d’artístic el recinte, important-me molt poc el que es cova en un altar ple de capellans amb les seves impecables vestidures pretesament sagrades, que semblen tretes d’una revista “sacred fashion”, amb perdó i amb tots els meus respectes, que fins i tot em recorden aquell passi de models que van fer Els Joglars fa molts anys en una de les seves obres, ara no recordo quina. Entre tota aquella “fauna” hi ha un home amb túnica blanca i lila que crida la meva atenció. Com que sóc sorpresa i atrapada per la seva mirada, amb el meu millor somriure i dissimulant, li pregunto amablement:

- Sisplau, em pot informar si la processó és després de la missa o si ja l’han fet abans?
L’home sembla complagut davant el meu interès i em diu que no, que la processó comença després de la missa i que ell també hi participa.
- Moltíssimes gràcies, és molt amable- li dic. I en veure’l tan convençut, tota la meva sornegueria esdevé un respecte profund.

Com que no veig res degut a l’aglomeració de gent, m’enfilo al damunt d’un banc, ja fora de la catedral i em disposo a veure com surt la processó de Resurrecció. Absolutament entusiasmada, veig un grup del que nosaltres en diem “manoles”, dones vestides amb les seves millors gales i amb “peinetas” i mantellines blanques, amb uns llibres a la mà, semblants als “Misalitos Regina” de la meva infància, algunes amb rosaris preciosos, amb uns talons d’agulla que impressionen i que em fan recordar els meus peus, ficats dins les sabatilles d’esport, amb els seus puntets eròtic – morats. No faig cap comentari però m’agradava veure l’espectacle. En Gerard i en Joan Salvador estan tan admirats com jo. En Gerard no pot saber de què va la cosa, és massa jove. Però en Joan Salvador i jo hem viscut gran part de l’època de la dictadura i ho sabem molt bé, de què va tot plegat. De quan Franco anava “bajo palio”... però ens esforcem per fer una abstracció i extreure’n només la part sociològica, la part festiva de la situació. Els que porten els passos (bonics per la seva decadència, per allò que tenen de kitch) van molt contents i jo entenc que aquelles dones es senten molt orgulloses de pertànyer a una èlit que els permet fer-se veure a la processó, mudades com van. En Javi, més tard, em confirma que és així. Que només poden sortir a la processó les filles de bona família, filles de persones importants de la ciutat. Però un temps després, i de resultes d’un intercanvi de correus electrònics, resulta que una d’aquestes noies, una “Manola” que casualment es comunicava amb mi a través d’una llista de distribució, m’ho desmentirà , dient que qualsevol noia de qualsevol status pot anar a la processó. En qualsevol cas a mi tot plegat em sembla força pintoresc i una vegada més em resulta molt curiosa la combinació “religió – poder- economia”. Però sempre, ho puc jurar, amb el més gran dels respectes. En realitat em quedo extasiada – malgrat tot- davant del que té de cerimònia, davant del que hi ha de devoció popular, turistes apart. Com que no tenim res millor per fer anem darrere el seguici donant voltes pels carrers propers a la catedral. No ocultaré que en alguns moments em quedo mirant els engalanats soldats amb les seves gorres que no sé com es diuen, que em recorden unes gorres de paper que vaig posar-los als meus pàrvuls una vegada en una disfressa de Carnaval, adornats amb plomes que no eren res més que paper “pinocho” blanc, retallat a cop de tisora per ditets inexperts i infantils. Els meus soldadets, a més, obsequiaren els bocabadats pares, avis i resta de parentela amb una versió parvulítica del “Soldado de Nápoles”, és a dir, van desfilar al so d’aquesta cançoneta sarsuelera. No així els soldats de la processó. Aquests soldats, els de la processó, estan allò que en diem “bons”, en forma, però no ballen. Només marquen el pas a ritme d’un Himne a l’Alegria interpretat per bandes de col·legi, alguns, acompanyats fins i tot de la gaita! M’ho passo francament bé i fins i tot parlo amb Déu.

- Com t’ho muntes, “tio”, m’encanta! Per què no em vols, a mi, eh?
Déu no em torna resposta.

Ho passem molt bé, tots tres. Fa una calor de mil dimonis i cada vegada que miro un soldat em fa llàstima, pel que ha d’aguantar, pobre. Nosaltres anem vestits amb la roba d’abric a la mà i lluint braços a través de samarretes mig estiuenques, però ells, pobres, suen a base de bé. Estan tan satisfets, però, que la llàstima s’acabava transformant en certa admiració. Em ve a la memòria aquella cançó de la Cecilia: “Mi querida España, esa España nuestra, esa España...”

Els meus pensaments negatius sobre si la meva pretesa al·lèrgia és psicosomàtica s’acaben convertint en pensaments festius, en una ciutat preciosa que tenia completament oblidada. L’endemà tornem cap a casa. Justament ens venen a buscar uns amics nostres: en Joan, el que ens ha fet venir les ganes de fer el camí, amb la Feli, la seva dona, que té família a Palència i estan per allà. Molt amablement, ens venen a buscar a El Burgo Ranero i amb ells fem el viatge de tornada. Ja continuarem a l’octubre!

Creative Commons License

Page copy protected against web site content infringement by Copyscape